El puente

Hoy me acerqué a ese viejo puente que cruza la carretera. Allí los viejos se apoyan fumándose un Ducados y meditan sobre sus años pasados. Allí los niños juegan a imaginar que se hallan en un puerto de mar. Allí los enamorados miran el agua tras besarse apasionadamente.
Me paré en él. Al rato, se detuvo una mujer. Miró hacia abajo. Miró hacia mi. Sentí de pronto que se me secaba la garganta. Tragué saliva y aparté mi mirada. No quería ver su piedad o su horror. No quería ver cómo ella veía la realidad. Sentí como seguía caminando. Ya nunca la volveré a ver.
Mis pensamientos se desvían en direcciones opuestas. La situación es surrealista. Por un momento permanecí allí, quieto, porque el menor movimiento haría añicos mi frágil equilibrio. Luego la cara hundida en las manos, llorando en silencio, incapaz de seguir. Era el gemido sereno y reprimido de la tristeza. Por un instante todo carecía de sentido; y no tenía energía para separar las emociones. Estaban todas entremezcladas y confusas. Era como si una gran ola me hubiese cubierto y me hubiese dejado incapaz de hacer nada.
Ahora sí sentí el frío. Retrocedí de repente y recuperé el sentido común: Yo era el Hechicero. Suspiré mientras me marchaba, casi como si me arrepintiera de haber ido allí.
En casa no había nadie. Me preparé un vaso de chocolate caliente para entrar en calor.
5 comentarios
Hibiscus -
Aida -
Akilah -
erik -
Hojarasca -
En ocasiones surge el deseo de no ver, de correr sin mirar atrás. Y uno lo siente, y se permite esa porción de irrealidad, o tal vez esa esperanza... No obstante, tb puedes optar por el chocolate caliente, que es bien real y reparador :)
:*