El baúl

Se creía que los baúles eran sirvientes, pero eran señores. Esa ambigüedad social viene de su porte: tenían de sirvientes a los mozos de cuerda, pagados unas veces a tarifa y otros a la voluntad, según la estación o puerto de que se tratara.
Era el baúl el que movía al viajero y no al revés. Un viajero lento, de ferrocarril o barco. Y un viaje largo, con estancias de tres meses o treinta años. Nada que ver con los vuelos santiamén.
Hasta la sexualidad del baúl era antigua y señorial, pasiva y represiva porque lo guardaba todo para sí. El baúl era voyeur (lo veía todo por el ojo de la cerradura, que nunca duerme y siempre escruta), y fetichista (por su relación reservada y oculta con la lencería y las prendas interiores en complicados tiempos de refajos y corsés).
Su personalidad, introvertida, sólo se abría de vez en cuando. Con los años se encerró en sí mismo y de ahí que cuando se abriera a los demás estuviera lleno de sorpresas y recuerdos.
Así murió. Como todos, a partir de una edad.
Ahora, en estos tiempos que corren, las casas se hacen pequeñas y los recuerdos hay que sabérselos de memoria para que no ocupen hueco.
Javier
:: Lo cierto, Javier, es que yo también tengo un viejo baúl en casa. Pero en él no guardo recuerdos. Aunque él, en si mismo, es un recuerdo entrañable.
1 comentario
la flaca -
y luego soñaba nuevamente...
y aún después de tantos años, el soñar no ha terminado y el baúl todavía guarda muchos secretos por develar..