El baúl
La velocidad de los transportes jubiló al baúl y empleó a su hija la maleta, en vacaciones; y a sus nietos el maletín, el neceser y los equipajes de mano, el fin de semana.
Se creía que los baúles eran sirvientes, pero eran señores. Esa ambigüedad social viene de su porte: tenían de sirvientes a los mozos de cuerda, pagados unas veces a tarifa y otros a la voluntad, según la estación o puerto de que se tratara.
Era el baúl el que movía al viajero y no al revés. Un viajero lento, de ferrocarril o barco. Y un viaje largo, con estancias de tres meses o treinta años. Nada que ver con los vuelos santiamén.
Hasta la sexualidad del baúl era antigua y señorial, pasiva y represiva porque lo guardaba todo para sí. El baúl era voyeur (lo veía todo por el ojo de la cerradura, que nunca duerme y siempre escruta), y fetichista (por su relación reservada y oculta con la lencería y las prendas interiores en complicados tiempos de refajos y corsés).
Su personalidad, introvertida, sólo se abría de vez en cuando. Con los años se encerró en sí mismo y de ahí que cuando se abriera a los demás estuviera lleno de sorpresas y recuerdos.
Así murió. Como todos, a partir de una edad.
Ahora, en estos tiempos que corren, las casas se hacen pequeñas y los recuerdos hay que sabérselos de memoria para que no ocupen hueco.
Javier
:: Lo cierto, Javier, es que yo también tengo un viejo baúl en casa. Pero en él no guardo recuerdos. Aunque él, en si mismo, es un recuerdo entrañable.
Se creía que los baúles eran sirvientes, pero eran señores. Esa ambigüedad social viene de su porte: tenían de sirvientes a los mozos de cuerda, pagados unas veces a tarifa y otros a la voluntad, según la estación o puerto de que se tratara.
Era el baúl el que movía al viajero y no al revés. Un viajero lento, de ferrocarril o barco. Y un viaje largo, con estancias de tres meses o treinta años. Nada que ver con los vuelos santiamén.
Hasta la sexualidad del baúl era antigua y señorial, pasiva y represiva porque lo guardaba todo para sí. El baúl era voyeur (lo veía todo por el ojo de la cerradura, que nunca duerme y siempre escruta), y fetichista (por su relación reservada y oculta con la lencería y las prendas interiores en complicados tiempos de refajos y corsés).
Su personalidad, introvertida, sólo se abría de vez en cuando. Con los años se encerró en sí mismo y de ahí que cuando se abriera a los demás estuviera lleno de sorpresas y recuerdos.
Así murió. Como todos, a partir de una edad.
Ahora, en estos tiempos que corren, las casas se hacen pequeñas y los recuerdos hay que sabérselos de memoria para que no ocupen hueco.
Javier
:: Lo cierto, Javier, es que yo también tengo un viejo baúl en casa. Pero en él no guardo recuerdos. Aunque él, en si mismo, es un recuerdo entrañable.
1 comentario
la flaca -
y luego soñaba nuevamente...
y aún después de tantos años, el soñar no ha terminado y el baúl todavía guarda muchos secretos por develar..